Micro cuento
La justicia según San Andrés
Por Mario
Luis ALTUZAR SUÁREZ
Ciudad
de México
El arte de lustrar
Por
Roman LOGLEZ
Palenque,
Chiapas, México
In Extremis Res
Por
Roberto Antonio COUTIÑO COLLADO
Palenque,
Chiapas, México
Maquillaje
Por
Raúl DE THESY Y RR
Palenque,
Chiapas, México
Penthouse
Por
Vilma Edith PÉREZ CERVANTES
Matamoros,
Tamaulipas, México
Poetuits
Lienzo
Por
César RAMOS
Ciudad
de México
Poesía
Emigrante (Que viene y que va…)
Por Haidé
DAIBAN
Buenos
Aires, Argentina
Traslúcida
Por Teresa
PALAZZO CONTI
Buenos
Aires, Argentina
El amor nuevo
Por
Amado NERVO
27 de
ag de 1870, Tepic, Nay. - 24 de may de 1919, Montevideo, Uruguay
Micro cuento
La justicia según San Andrés
Por Mario
Luis ALTUZAR SUÁREZ
Ciudad de
México
|
Micro cuento
El arte de lustrar
Por Román
LOGLEZ
Palenque,
Chiapas, México
|
|||||
|
-¡¡jajajajaaa…!! … ¡Haaayyy caray, Fuiste tremendo Pepe! Aun no podías
cargar tu bolera, pero eras necio; con tablitas de cajas de tomates y unos
cuantos clavos, martillo y machete, construiste tu caja de chamba, tu propia
industria; tu pequeña masa encefálica te indicaba los deberes de un hombre
noble, para contribuir con el gasto familiar. Eso te llevo a ser desde niño
Pepe, tu propio jefe de lustradores del pueblo. Recuerdo que recorrías las
calles aun todavía empedradas y enzacatadas, de aquel pueblo mágico de
palenque, visitando cada hogar ofreciendo tus servicios profesionales de
lustrador. En un principio te costó crear una cotidianidad; luego se llamó:
la calle de los zapatos de lustre matutino. ¡Si, porque te levantabas a las 5
de la mañana a recorrerla, de tu casa al parque “Miguel Hidalgo y costilla.
En cada puerta de los hogares ya estaban esas fundas de piel, listas para ser
renovadas, para levantarles el orgullo y la auto estima, de quienes eran y
para que eran buenos. Luego rematabas tu labor profesional, en la casa del
señor Mirciades; hombre a quien le ganaste el carisma, pues eras el bolero
favorito. En el corredor de su casa, estaban listos los 25 pares de zapatos
choclos, a cuales en un principio, eras justo, porque los lavabas, los
secabas, le ponías la crema y finalmente la grasa y, quedaban como espejo.
Esto gano tu fama del mejor lustrador de los boleros y el más joven. Después,
solo les pasabas un poco de grasa, tu cepillo de pelo de crin y listo. A las
siete treinta de la mañana, llegabas corriendo a tu casa, te despojabas de
todo, te bañabas mientras tu madre te servía el desayuno y luego, a la
escuela. Allí eras feliz compitiendo en tu salón; casi tú eras el único que
tenías los libros escolares, pues eran contados, solo los más listos se
ganaban los libros; estos eran obtenidos a través de exámenes orales y
escritos. Libros que devorabas con gran avidez, en algún rincón de tu casa,
cuando no salías a tu labor. No sé pero, después de tu cotidianidad boleril,
se te ocurrió ir al puesto de don Tello León, que se ubicaba enfrente del
ayuntamiento; pues habías terminado más temprano que de costumbre. Sé que un
día antes, saliste por la tarde, a observar y aprender nuevas técnicas para
renovar a los amigos de los pies. Viste a la Calaca, a la Mosca y al Checo,
que eran los más grandes (de edad), lustradores, que le ponían un líquido
negro o café al calzado y luego le prendían fuego y de inmediato lo apagaban,
le pasaban el cepillo y luego la franela y quedaba ese calzado tan brilloso
que se podían reflejar los pájaros volar en los grandes almendrales que
adornaban la pequeña plaza. Tú, no te quedaste atrás y tu ansia de demostrar
lo aprendido te llevo a la plaza y allí, estaba aquel hombre de los choclos,
platicando con Tello León. De inmediato le ofreciste la nueva técnica, el
conociéndote como su bolero favorito, no se negó, luego, luego, subió el
pie derecho a la base de la bolera. Tú, sacaste la tinta negra, lo vertiste
con cuidado sobre el calzado y le prendiste fuego, mas no contabas que el
tostonete, siempre usaba pantalones de popelina y no se lo enrollaste y este
en fracción de segundos, se prendió consumiéndose a la velocidad luz.
Fueron reflejos rápidos, no pudiste apagarlo, pegaste el brinco y saliste como
de rayo, dejando todo tirado que cuando volteo Mirciades a ver qué sucedía,
tú, ya no estabas allí; atónico todavía sin darse cuenta el hombre porque te
fuiste, Tello León, le tiraba agua al pantalón que ya se había consumido
hasta la cintura, dejando ver aquellos calzoncillos blancos, como los
conocidos short actuales, fue cuando reacciono brincando y gritando de pavor
y diciendo, no sé qué, porque el señor tenía un problema del habla. Y tú, ni
por la silla volviste. Desde entonces, adiós bolera, adiós al arte de la
lustración. ¡¡jajaja, este Pepe, de veras…!!-
Mayo 21/2018.
|
|||||
Micro cuento
Penthouse
Por Vilma
Edith PÉREZ CERVANTES
Matamoros, Tamaulipas,
México
|
Poesía
Emigrante (Que viene y que va…)
Por Haidé
DAIBAN
Buenos Aires,
Argentina
|
|||||
El penthouse era su sueño invisible, todo era de cristal. Los sofás se
distinguían por los cojines, igual las sillas del comedor, las paredes por
alguna pintura. Pareciera que los detalles flotaban, todo era tan irreal.
Salió al balcón, el piso era un mirador, bajo sus pies la gente iba y venía.
Al querer recargarse en el barandal, sintió escalofríos, miro infinidad de
balcones, la realidad lo saco del ensueño, su sorpresa termino al estrellarse
en la banqueta.
|
A Esther, Alejandro y Favio
No sé qué nube lo cubrió de hastío,
qué espina honda le marcó el camino,
Él se fue lento, rumbeando destinos,
guitarra y mate, y un buen libro amigo.
Dejó las hilachas de toda su historia,
se empachó de angustia, hiel el corazón,
no marcó ni estela, ni huella , ni aroma,
se fue con el viento, nos dejó su adiós.
No sé si huellas de harina o cemento
grabaron los pasos de su deambular.
Irse le predijo: dolor, desencuentro,
Irse le predijo: perder o ganar…
Y va por el mismo camino marcado
de aquél inmigrante, con su viejo afán.
Y sus pasos nuevos, el revés desandan,
terrible ironía que viene y que va…
|
|||||
Poesía
Traslúcida
Por Teresa
PALAZZO CONTI
Buenos Aires,
Argentina
|
Poesía
El amor nuevo
Por Amado NERVO
27 de ag de
1870, Tepic, Nay. - 24 de may de 1919, Montevideo, Uruguay
|
|||||
Traslúcida
distancia azul.
Quítame las sombras
desde donde me mira esa mujer,
la que robó todos los pimpollos
y encerró la porcelana en el cuarto de las muñecas.
Un desventurado maniquí
enjuaga pétalos en carcajadas.
Oscurece
y la imagen se esconde
en el monstruo,
en la mano que pregunta,
en las uñas dilatadas.
Traidora encubierta
en las arrugas,
dentro del diluvio,
en el satén de aquel vestido de noche,
quítame las sombras.
Devuélveme mi espejo.
|
Todo amor nuevo que aparece
nos ilumina la existencia,
nos la perfuma y enflorece.
En la más densa oscuridad
toda mujer es refulgencia
y todo amor es claridad.
Para curar la pertinaz
pena, en las almas escondida,
un nuevo amor es eficaz;
porque se posa en nuestro mal
sin lastimar nunca la herida,
como un destello en un cristal.
Como un ensueño en una cuna,
como se posa en la rüina
la piedad del rayo de la luna.
como un encanto en un hastío,
como en la punta de una espina
una gotita de rocío…
¿Que también sabe hacer sufrir?
¿Que también sabe hacer llorar?
¿Que también sabe hacer morir?
-Es que tú no supiste amar…
|
|||||
No hay comentarios:
Publicar un comentario