Regresa del
lugar a donde nadie quiere ir. Perfeccionado en el arte del engaño. Capaz de
morder la mano que le alimenta. Aunque en el espejo se repite que solamente es
buen político. Habilidoso por creer que ocultaba y nadie podía ver esas
debilidades tan humanas que le llevaron a acumular sospechosas fortalezas
materiales. Sentíase un gran negociador al creer que sus adversarios aceptaban
sus condiciones. Desviaba la atención de lo acumulado con mañas que justificaba
al pensar que todos lo hacían.
Más, en el
ritmo del Universo, todo tiene su tiempo. Y ya le esperan. Allí, en lo más
oscurito del intangible templo al individualismo. Como se logran los grandes
acuerdos cupulares. Lejos de las miradas profanas. Sin molestos testigos.
Libres de pensamientos éticos comunitarios. Cara a cara. Con desempolvados
gruesos legajos judiciales. ¡Toda su vida! El momento cainita. La infantil
furia deportiva criminal. Los negocios peligrosos. Un amplio rosario del ilegal
transitar en el despojo y el trabajo de los círculos cercanos con la renta del
partido a un gobernador del Sureste y venta millonaria de carteras
plurinominales que garanticen impunidad, y...
- Son las
facturas pendientes. Llegó el momento de pagar.
Palidece.
Las manos tiemblan. El cuerpo emana un sudor frío. Chocan los dientes de la
placa de porcelana en ese tartamudeo temeroso:
- ¡Es un
complo! Nada de esto es cierto. ¡Me están provocando los de la mafia del poder
que tú encabezas!
La mirada
temerosa hurga en la profunda oscuridad. Busca a agentes agazapados. Contiene
su instinto de correr. El lugar le es desconocido y puede tropezar y perder la
figura. Esa compostura que tantos dividendos le ha dado. Escucha:
- Sereno
moreno. No diga frío hasta no ver los pingüinos. Usted… tranquilito.
Le pasa
suavemente la mano derecha sobre la espalda protegida por ese casimir hecho a
la medida en la mejor casa de Londres y que insiste que es marca mexicana. La
tibieza de los dedos del experto acariciador entrenado con su cuñado, parecen
serenar el ambiente y retoma la seguridad en el retornado que interroga:
- ¿Entonce,
de que vamo a hablar?
Al mirar la
amplia sonrisa que enmarca dos enormes orejas del interlocutor, abre los
ojillos sorprendido por lo que oye:
- Simple.
¡Muy sencillito! Con la franquicia electoral que enajenas, llegarás a la Gran
Silla del Águila Mexicana. Todo está dispuesto. Claro, siempre y cuando sea
sobreseído una lista que encontrarás al llegar a la Residencia en San Miguel
Chapultepec, que apruebe el Legislativo que te conformaremos las cuentas
públicas de los recientes seis años, los verdaderos líderes del llamado crimen
organizado trabajen por México en tranquilidad y mantengas siempre abierta la
comunicación con el Gran Señor del Peluquín Naranja quien sabrá orientarte en
sus sugerencias, entre otras cosas que conocerás en el momento oportuno.
¿Estamos?
Reflexivo y
mordiéndose los labios piensa que nada pierde con aceptar y al asumir el cargo,
otra cosa será y mueve afirmativamente la cabeza de pelo blanco. Externa su
mayor duda:
- ¿Qué pasará
con el irlandés?
- ¡Nada!
¿Qué quieres que pase?
- ¿Está de
acuerdo?
- Es
institucional. Y lo que haga mi protegido, el prestidigitador Benito que supo
metamorfosear firmas de electores y burdas copias, será pan comido lo
algoritmos porcentuales con nuestros asociados que se sienten telecráticos. No
problema. ¿It's okay?
Mira los
labios del que califica Innombrable y le aclara:
- No hablo
inglés…
Le ataja:
- ¡Qué no
hay problema! ¿Está bien?
Confirma que
entendió y su interlocutor de baja estatura comenta:
- Cumpla su
palabra porque de lo contrario se la haremos cumplir. Recuerde quien es el
chofer, el edecán, los cuidadores personales y de la familia, cocineros y
personal doméstico. Aquí tiene esta hoja. ¡Hasta la vista amigo!
Le entrega un papel en la mano derecha y desaparece en la oscuridad de
la noche. El expectante se frota los ojos para convencerse de que no fue un
sueño. Abre la palma de la mano y el papel se fusionó con la piel con un
enigmático seiscientos sesenta y seis. Lo demás es lo de menos para el
retornado del lugar a donde nadie quiere ir.
|
La gente creía que era loco; porque sin preguntarle, a todos les
decía: Me llamo Juan.
La decía que estaba loco; porque sin motivo, siempre se sonreía.
La gente pensaba que era loco; porque siempre caminaba sin rumbo.
La gente aseguraba que era loco; porque mientras todos sólo se
atrevían a mirar el eclipse reflejado en el agua de una cubeta, él miraba de
frente al Sol de mediodía.
La gente creía, decía, pensaba, aseguraba que era un loco; porque
nadie de ellos lo era.
Pero nadie se atrevía a mirar el Sol de frente; todos caminaban por
caminos trillados y nunca nadie se permitió sonreír sin motivo.
Porque nadie conoce su verdadero nombre.
Febrero 2018.
Micro cuento
Resucitados©
Por
Román LÓGLEZ
Palenque,
Chiapas
|
El cielo
lívido y el canto del amanecer triste, marcó la pauta para señalar a la
anciana la primera labor del día.
Entonces
mi abuela Estilita Reyes, según su cosmovisión de curandera y
resucitadora, lo toma de las patitas y lo coloca debajo de un perol semilevantado
a una altura aproximado de 90 grados del cielo al terrenal con la mano
izquierda; y con la otra, sostiene el martillo resonador de la melodía
universal; según, para no reventarle los tímpanos al infortunado.
Y, empezó
su tan - tan – tan, con su pequeño mazo de roble sobre el metal. Los
porrazos eran tan fuertes que al pobre animal muerto, revivía. Y misión
cumplida.
Diciembre 3
del 2011.
|
Micro cuento
La estatua
Por
Vilma Edith PÉREZ CERVANTES
Matamoros,
Tamaulipas
|
Alguien toco el timbre de la casa y Leticia abrió la
puerta; sorprendida vio la estatua de un leñador en su cochera; busco para
todos lados, no vio a nadie. Se encogió de hombros; le gustaba le arte,
tal vez era el regalo de algún enamorado.
La estatua era perfecta; bajo las mangas enrolladas de
la camisa se delineaban los músculos de sus brazos.
Le gusto el color gris metálico, el torso amplio, el rostro.
Sonrió. Si de frente se veía formidable, ¿Cómo sería
por atrás? Le dio la vuelta; el trasero resulto ser envidiable. Volvió a
la parte delantera, se acercó. El hacha que alzaba sobre la cabeza parecía
de verdad, igual sus pestañas, ni que decir de los ojos; no podía dejar de
mirarlo. De repente, la cabeza de Leticia rodo por el piso.
|
|
El último feriado lo aproveché para
darle una segunda leída a “La filosofía de House: todos mienten” escrito por
William Irwin y Henry Jacob. Un tratado de mentiras de la mano de Sócrates,
Sherlock Holmes, Nietzsche, Sartre y otros personajes, que llevan a la
verdad,
Todos mentimos, por cortesía, amor,
compasión o simplemente soltamos mentirijillas piadosas que no hacen daño y,
en ocasiones, mucho bien a cierta gente.
Buscamos dar la explicación más
simple. Es la navaja de Ockham, la perfección -como diría Aristóteles-
buscada a través de la simplicidad, que muchas veces nos lleva a la mentira.
El filósofo decía que esta es jactancia, esto es, exagerar la verdad, e
ironía, que la disminuye.
Recordar es mentir porque nuestra
memoria es un invento. Abundan quienes se inventan un pasado y se lo creen o
nos lo hacen creer como cierto. Otros bloquean episodios de su infancia y pre
adolescencia pues fueron instantes poco agradables de su vida. En ocasiones,
las personas no alcanzan a imaginar el sinfín de consecuencias que se
desencadenan con mentiras que se convierten en un efecto mariposa.
La aproximación a las elecciones trae
consigo una riada de mentiras que sólo creen los que las sueltan. Mentiritas
y mentirijillas cada seis años con las elecciones federales. El trabajo de
los candidatos es creer que les creen y el de los ciudadanos -la gran
mayoría- hacerles creer que en ellos sí creen. Es el juego temporalero que
todos juegan en la democracia.
Jean-Jacques Courtine, escribía que
“en el siglo XX la mentira entró en la fase de producción y del consumo
masivo; es hoy día, electrónica, instantánea, global: el producto de una
organización racional y de una rigurosa división del trabajo”
Podríamos decir que estamos viviendo
el siglo de oro de la mentira política (acompañada de las triquiñuelas que
sueltan los representantes laborales, sociales, culturales y de todo tipo) de
personajes que han hecho un arte de este oficio.
Al término de las elecciones, sin
importar quién gane, sentiremos que hemos perdido la autoestima al avalar sus
mentiras y que nos hemos convertido en cómplices de la corrupción en un
proceso que sabemos inmoral. Tendremos representantes que simularán cumplir
con lo prometido; gobernarán a pueblos inertes, envilecidos por la desigualdad
existente en Estados desguazados y corrompidos. No pasará nada, como no ha
pasado en las últimas décadas. No gritaremos con el poeta T. Maritti: “La
guerra es bella”.
Debemos reconocer que la historia de
la humanidad, a partir de la división entre gobernantes y gobernados ha
estado acompañada de la falsedad. Los griegos estaban conscientes en su
democracia que no podía hacerse política sin recurrir a las mentiras,
acompañadas de calumnias, suposiciones, rumores, chismes. Como escribiera
Platón: “Si hay, pues, alguien a quien le sea lícito faltar a la verdad,
serán los gobernantes de la ciudad, que podrán mentir respecto a sus enemigos
o conciudadanos en beneficio de la comunidad, sin que ninguna otra persona
esté autorizada a hacerlo”. Aristóteles escribió: la recompensa del mentiroso
es no ser creído aun cuando diga la verdad.
Los oídos mienten más que los ojos y
los seres humanos lo hacen para presumir de un valor que les falta.
El escritor irlandés Jonathan Swift
afirmó en su obra “El arte de la mentira política” (1712) que ésta no se
improvisa. Se calcula, se cultiva, se destila y se sopesa. (Autor de Los
viajes de Gulliver)
Es –agregaba- el arte de hacer creer
al pueblo falsedades saludables con vista a un buen fin.
Más de un mexicano inicia su vida en
medio de una gran falsedad: Presentaron a un niño vivo, se asienta en el acta
de nacimiento, cuando a lo largo de la vida de muchos de vivo no tuvieron
nada y otros se pasaron de lo mismo. De ahí pa’l real, nacemos, nos
reproducimos –mucho- y morimos en medio de la mentira, sobre todo escuchando
las de los políticos.
|
I
Cuán la
fuerza poderosa
que hace
hablar las aves y las fieras.
Se
estremece la techumbre de luz
y el
fuego vuelto polvo de su polvo.
Se abren
las aguas y se cierra
la
infinita sombra del cosmos.
La
sangre de los cuerpos es un torrente
que pone
en movimiento los relojes,
y de la
voz de la hormiga y del helecho
flora y
fauna multiplican su sentido.
Existe
una energía que lo mueve todo.
En su
sombra infinita los hombres la conocen,
enlazan
sus manos, el ritmo de sus piernas,
gira el
círculo de la ceremonia.
La
fricción de la danza con la noche
empieza
a repetirse en el prodigio.
II
Todo
empieza en el ritmo de este cosmos,
la bruma
y la desbruma.
El tum
tum de la savia,
de la
sangre,
de las
aguas de robustos manantiales.
Rompe y
alza, desvincula el horizonte
para
armarlo de nuevo en la pupila.
Tum y
tum en la finca del latido,
todo
empieza en el ritmo de este cosmos.
De las
ignotas venas de la tierra
avanza
conflagración de incandescente hormiga.
Durante
la noche nació un árbol;
a la
orilla del renovado río de Heráclito
irrumpe
el nuevo árbol de Huidobro,
en medio
de confluencias de loros y guanacos.
Tum tum
enfurece el nuevo sol
en los
tambores del barro
y una
confabulación de gérmenes avanza
por los
vericuetos de su entraña.
Del
vientre de la insondable noche
ya
revienta el capullo de luz
asido a
la rama astral, que le da vida.
Tum tum,
cada golpe arterial
inventa
los colores, los sonidos,
el
recurso percusivo de la sierpe
junto a
la eléctrica seda del felino.
¡Estalla
el capullo!
Hay un
misterio que despierta abrupto
y se
apodera de las pulsaciones.
Acechan
la célula y el átomo,
se
emboscan en el sur de cada sangre
para
iniciar su danza ritual
sobre un
estremecerse de tunkules.
Tum tum.
Del
círculo sagrado surge el pecho
que va a
regar la fuerza de la tierra
con la
fuerza de su tinta estremecida.
Se
desata de la ceremonia
ya como
muerte que nutrirá la vida.
Tum tum.
Crecen
el Grijalva y el Usumacinta.
El sol
es un renacimiento de cabellera suelta,
cultamente
salvaje.
El sol
es horno rojo, negro,
verde,
blanco.
Es un
danzante con el pecho ardiendo.
Sinfonía
de los salmos
Edit.
UNAM 1996
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario