Microcuento
La Incansable
Por Mario Luis
ALTUZAR SUÁREZ
Tuxtla Gutiérrez,
Chiapas
Nidos
Por Raúl de THESY Y
R.R.
Palenque, Chiapas
Noche de naufragio y abandono
Por Román LÓGLEZ
Palenque, Chiapas
Poesía
Cantos a mamá
Por Vilma Edith PÉREZ
CERVANTES
Matamoros, Tamaulipas
Sin Titulo
Por Leandro BLANCO
PIGHI
Palenque, Chiapas
La vida como es…
Buenas y malas
Por Octavio RAZIEL
Ciudad de México
Crónica
Relatos Maya-Ch’ol
Por Rubén VERA
CABRERA
Palenque, Chiapas
Microcuento
La Incansable
Por Mario
Luis ALTUZAR SUÁREZ
Tuxtla
Gutiérrez, Chiapas
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Microcuento
Nidos
Por Raúl de THESY
Y R.R.
Palenque,
Chiapas
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-… con quién hablabas, hija?
- Un amigo, sobre cosas de trabajo…
- Debes tener cuidado a quien le das el teléfono. Acuérdate que no todos
los desconocidos son de fiar. ¡¿Quién sabe con qué intensiones te busca?! Una
mujercita, siempre debe darse a respetar. Ni un piropo debe aceptar de
desconocidos. Recuérdalo, hija, por el amor de Dios.
- Sí mamá. Lo recuerdo siempre. Por favor, venga conmigo. Ya cenamos y
pasó un tiempo, el suficiente para irnos a dormir.
La delgada septuagenaria de pelo teñido de rubio, lleva tiernamente del
brazo a la delgada figura de cabellera blanca y de andar muy lento por los 90
años en su espalda, hacia la cama. La acuesta y arropa. Tal vez, igual como
lo hacían con ella en su tierna infancia.
- ¡Ah! Mi mamá. Me trata como si fuese adolescente.
Y es que la mamá, jamás descansa. Dicen los que de esto saben, que ni
muerta… y su energía en el astral, nunca deja de cuidar a sus hijos aquí, en
la tierra. ¡Cuantimás si todavía es residente tridimensional!
Febrero 24 de 2018
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Cuando veo pasar el relámpago rojo de las Guacamayas rasgando el azur de
la bóveda con la soberbia de su extranjeras no puedo dejar de voltear a ver
el colgante nido de la zacua que con humilde laboriosidad ha tejido para
albergar a sus polluelos; no dejo de comparar este frágil hogar con las
flamantes casas que los hombres han construido para cuidar estos pájaros que
hoy son extraños en su tierra.
Así sucede con los hombres que abandonan sus casas de paja para
conquistar los billetes verdes y luego regresan para construir mansiones con
lo que demuestran el poderío obtenidos en lugares lejanos.
El fuego de hogar por humilde que sea, siempre será el de la puerta de
Dintel bajo, para que cada hombre que en este entre, tenga que inclinar la
cabeza en señal de respeto al Ara que lo hospeda.
Febrero 2018.
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Microcuento
Noche de naufragio y abandono
Por Román LÓGLEZ
Palenque,
Chiapas
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Poesía
Cantos a mamá
Por Vilma
Edith PÉREZ CERVANTES
Matamoros,
Tamaulipas
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“El rio me parecía enorme, aun agrupas del zaino, cruzarlo lo veía
eterno; mi padre, en tres zancadas lo cruzo y de inmediato con la escopeta
en la mano, desapareció entre los acahuales. Quería llegar al lugar de
aquel acontecimiento bélico, que se libraba entre los Laras y los rurales
tabasqueños, en tierras chiapanecas.
Y es que apenas hace algunas horas, llego su hermano Encarnación
gritando desesperadamente:
-¡Antonio, están matan a los Laras!, ¡Antonio, están matando a los
Laras, son soldados rurales!- cuando precisamente él estaba rozando su milpa.
Los Laras, vecinos y amigos de la comarca, se conocían y mutuamente se
apoyaban en la labranza de la tierra. Juntos compartían la sal y la poesía
de aquel entorno natural.
Por lo tanto no iba a permitir dejarlos solos; Se le cruzó en la
memoria miles de pensamientos; quería tener alas para volar y llegar desde el
cielo al lugar de la batalla. Era un jaguar desesperado por llegar a su
hogar y defender a los suyos; pero el camino era escabroso. Cruzo montañas,
ríos, cerros, brincando troncos y piedras.
Su cerebro era una chimenea imaginándose como acabar con el enemigo, y
se preguntaba: ¿Qué hacía ahí gente del gobierno de Tabasco en tierras
Chiapanecas?
Ensimismado en sus pensamientos llego al lugar, pero, solo vio un
ambiente de desolación: muertos y heridos. La batalla había terminado. Los
rurales al fin habían consumado su misión en selvas chiapanecas: eliminar a
los Laras por cuestiones de tenencias. La peor parte se la llevo el hijo
del tigre de la sierra, un defensor de los pobres.
Mi padre con el coraje reprimido, se acercó y ayudo a las mujeres que
llorando algunas y otras con coraje y resignación, levantaban a sus heridos
que habían librado la batalla. Luego giro sobre sí mismo y quedo fijo
mirando que, en la cima de un cerrito, se observaba un grupo de gente y se
escuchaban llantos. Sobre un petate en medio de la casita de seto y guano
yacía el cuerpo del hijo del tigre. Entonces los amigos contaron cómo
feneció el cachorro.
- ¡Nooo, pues!, en la madrugada se escuchó ladrar a los ´perros, pero
no le dimos importancia; Después se sumaron más ladridos y disparos. Esto
nos alertó a todos, inmediatamente tomamos nuestras armas: ¡Eran soldados que
ya tenían rodeada la casa del cachorro y gritaban -¡¡¡entrégate tigre !!!...
venían por él.
Al escuchar esto el tigre de la sierra que estaba bebiendo café y su
tortilla, salto por la ventana y se perdió entre la oscuridad matutina y los
acahuales. Los casacas grises le dispararon; al ver esto Nicandro, se
atrincherado en su casa y se les enfrento.
Para esto, todos los colonos nos arremolinamos alrededor de los
rurales, y nos decían: - ¡¡ aléjense, váyanse a sus casas que la cosa no
es con ustedes!! -, Pero no, no íbamos a dejar solo al amigo.
Comenzó la batalla, saliendo a relucir pues, la finura de nuestros
machetes, volando tapas de las cabezas de rurales y tiros de estos sobres
nosotros. Claro, la superioridad se dejó ver más tardes, venciéndonos a
todos.
Así como también al cachorro se le había agotado las balas, quién ya
tenía varios impactos de treinta treinta, incrustados en el cuerpo.
Se sentía de muerte y aun así, tuvo fuerzas para arrastrarse hasta el
rincón de su cama; desde allí, sentado en el suelo, grito con toda su
fuerza: -¡¡¡General… No te vayas cobarde, acábame de matar!!!- Este se volvió
hacia él, sacó su arma y le disparo en la frente, Nicandro cayó tendido
con los brazos abiertos.
Luego se fueron, llevándose a sus heridos y muertos. Después nos
acercamos al cachorro caído y… ¡Mira su rostro!! Una gran sonrisa, tal vez
por haber defendido a su padre: el tigre de la sierra, Antonio!!
Mi padre quedo pensativo. Luego lo invadió la tristeza y nostálgico
regreso a su hogar para continuar al siguiente día, rozar la milpa. Otro día
mas como cualquiera…
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Crónica
Relatos Maya-Ch’ol
Por Rubén VERA CABRERA
Palenque, Chiapas
En la investigación Antropológica hay temas que surgen por
la conversación cotidiana de los informantes: como el relato oral, más cuando
se expone el acontecer de la vida en una comunidad indígena y, que se trasforma en historia de la vida del
personaje en su existencia a través de los años. así aparece un texto “MEMORIAL
DEL TIEMPO” obra surgida de la pluma del
Antropólogo Jesús Morales Bermúdez (*), en una comunidad indígena del
norte de Chiapas.
Ésta versión es de la modalidad de conversación que adoptan
los indios Ch`ol al comunicarse en Español llamándole “castìa” o castilla,
lengua del Castellano. En esta síntesis, el personaje entrevistado aparece con
el nombre de Diego Parcero”Tigre-Pescado”, su yo nahual, su alter ego, extraído
de una Filosofía de la vida comunitaria, de una concepción del mundo de los
pueblos originarios mesoamericanos, en donde los elementos de la naturaleza son
coopartìcipes de este encuentro con la vida personal y sus experiencias, que se
traducen en palabras a manera de tradición de usos y costumbres, y
complementado por la voz sonora y cantante de Diego Parcero-“Tigre- Pescado”.
Por nuestra parte,
resumimos del libro citado, algunos pasajes versificados de los siguientes relatos:
“En el paso por mi vida, parece como si fuera viento, como
si fuera Pájaro Quetzal, libre, libre, libre.
Así es mi pensamiento como se da, es mi sentir, es mi
corazón (putzical) como el viento.
¡Sólo hay el gusto de estar en todos lados!
Cuándo ando en la montaña, siento el viento tranquilo, quieto,
sabroso, fresco, es silencio, como si la montaña fuera mi casa, sí, a mi casa.
Una vez que se calla la montaña, nomás se escucha sus cantos
de los pájaros, el sonido del río, su murmullo de las cuevas.
A veces, mi paso es como el viento, suave, suave como brisa,
suave que golpea la cara de los hombres, que le da fresco, en su cara, en su
cuerpo.
Así de sabroso es el viento, es brisa, así es mi corazón,
así lo siento en mi persona, cuando ando de madrugada y se siente como rocío.
Para que esté contenta mi cara, y mi corazón contento, para
trabajar y para platicar, así sale sabrosa mi palabra, como si fuera miel de
los apiarios.
¡Es así mi sensación, como suavidad de viento!
Entonces, es que yo estoy tranquilo, todo está en reposo en
mi corazón, en mi cara, es un gusto que brota de mi cuerpo, hasta se parece ese
olor de árbol, olor de pino, olor que se machaca, que suelta su jugo para
llenar de gusto mi nariz.
Hay veces, que mi palabra es como el viento que sopla
fuerte, como cuando pasa el viento por la cañada, entonces, el viento puede
tirarlo, sopla, sopla, ohhh, ohhh, hasta el árbol puede tirarlo.
¡Tan fuerte es el viento, como la palabra!
Tan fuerte, que hasta
al hombre puede tirarlo, así también es mi persona a veces.
El viento se parece a mi persona, que todo lo alborota y lo
pone para arriba.
Pero más he sentido del viento, porque todo lo siento,
porque mero es mi gusto, para andar por todos lados, siempre ando así, libre,
igual como el viento que no lo tiene para nada su reposo.
Por eso es que de antes lo tengo yo pensado, que su paso por
mi vida, de mi vida, es como si fuera Quetzal, porque el Quetzal, no hay modo
de atraparlo, pues no se puede guardar para adornar, en tu casa, pues se muere
el quetzal.
Al Quetzal le gusta la montaña, le gusta la altura, donde es
alto, que pueda tranquilo colgar sus plumas, como si fuera musgo que se cuelga
en los árboles, Es lo que pienso, Que en la altura no hay forma para que se
suba un animal, cualquier hombre.
Hay veces lo vemos su plumaje del quetzal, que se cayó al
suelo, como si fuera que es su gusto su corazón, de regalarnos sus plumas, para
que le hagamos sus adornos en nuestras casas. Sin pluma se muere el quetzal.
El Quetzal, si no lo podemos agarrar, no lo hagas, no es que
lo puedas tener en su jaula, no, ¡primero se muere el quetzal, le da tristeza,
de tanto que le da tristeza, que se muere!
Tan verde como es su pluma, el quetzal, es tan verde como la
montaña, es su gusto del quetzal,¡Déjalo vivir libre, no lo humilles!
¡Pero más gusto de su corazón del quetzal, es que va libre,
que va a la montaña, como que es su reino de libertad!
(*) Jesús Morales Bermúdez
Memorial del tiempo o vía de las conversaciones
Literatura Narrativa. Biblioteca Popular, Chiapas, 2003.
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